(Tercer) Diario de una joven maniática

martes, 31 de julio de 2012
107. Y tú que no ves que quiero seguir comiéndote a besos...
Leo muchas novelas románticas, con portadas chillonas y finales felices. A lo largo de los años he tenido muchas discusiones del tipo "eso que lees no es literatura". (No, claro, es álgebra, no te jo**)

A las protagonistas de mis novelas (jóvenes, guapas y exitosas) les ocurren situaciones preciosas e idílicas que, en teoría, "no suceden en la vida real". 

¡Ja! Yo misma, sin ir más lejos, tuve hace unas semanas la "cena-con-paseo-y-copas" más romántica del mundo, con un chico al que llamaremos... al que llamaremos otra vez, seguro :-P 

Él vino a recogerme en un elegante coche de caball... buenooo, vaaale, a ver, quedamos en el andén del metro. ¡Pero es que olía a caballos! ¡Me refiero al metro, no al chico! ¡El chico olía muy bien

Nada más verme, contuvo el aliento y observó de arriba a abajo mi precioso vestido largo de Óscar de la Renta, color miel y con pedrería turquesa en el hombro y mis zapatos de tiras de diamantes de Manolo Blahnik, y dijo que nunca, en sus treinta y poquitos años de vida, había visto tanta belleza junta. Aaaaaay, buenoooooo, valeeeee, yo iba con una minifalda vaquera y una camiseta blanca de Stradivarius, pero lo de que no había visto tanta belleza es verdad. Aunque estaba mirando a otra. 

Como él no vive en Madrid (prefiere estar en una ciudad con playa, sin doce líneas de metro que pagamos como si los raíles estuvieran revestidos de oro y sin Esperanza Aguirre, ¿quién puede culparle?) yo elegí un sitio bonito (y romántico) para cenar y le dije que estábamos muy cerca, lo que en Madrid significa quince paradas de metro pero sin transbordo. Me había estudiado muy bien el itinerario que debíamos seguir, había imprimido mapas y lo había repasado mil veces en mi cabeza... pero si llegamos al sitio bonito y romántico fue gracias al gps de su móvil, las cosas como son

El camarero nos dio a elegir entre dos mesas, y yo dije "ésa", señalando la más retirada. Él no se acordará porque lo único que puede recordar desde esa noche es mi sonrisa, pero entonces miró con resignación al camarero y le dijo: "pues nada. Si ella quiere esa...". (Que conste que no soy mandona y prohíbo a todos que digáis lo contrario y os obligo a que digáis que efectivamente no lo soy)

El menú fue exquisito, jamás podré olvidar esa mezcla de sabores tan inconfundible en mi paladar. Todavía lo recuerdo con la nitidez de un instante inolvidable. De primero pedimos... eeehhh... bueno, de segundo pedimos... esto... mmmm... como decía, jamás podré olvidar esos sabores

Entre copa y copa de lambrusco, fui al baño. Cuando volví, mi corazón empezó a desbocarse, las mariposas revoloteaban por mi estómago, las piernas me temblaban. Y es que le vi ahí, detrás de un enorme ramo de rosas (todas iguales, muy rojas). Me derretí pensando que había esperado a que fuera al baño para sorprenderme con las flores, así que me acerqué a él y le abracé con fuerza:
-Señolita, suétame, me dijo.
-¿Cómo que "señorita"? ¡Puedes llamarme Laura, que hay confianza! ¿Y por qué entornas así los ojos cuando te abrazo? 

Entonces lo vi claro: el que estaba detrás de las flores no era él, era un chino vendiendo rosas. ¡Y luego dicen que el amor es ciego! ¡La ciega soy yo

Le pedí que le pusiera nota a la comida y al restaurante. Dijo que todo era perfecto pero nada comparado con la perfección de mi persona. Seguro que si le preguntáis a él, dirá que no dijo eso sino "¿¡por qué tienes esa manía de ponerle nota a todooo?", pero... ¿a quién vais a creer? Sabía que podía confiar en vosotros, gracias ;-) 

Me invitó a la cena. Yo no quería, pero él aseguró que lo seguirá haciendo siempre siempre siempre que cenemos juntos. Es más, que aunque yo cenara con otras personas, vendría hasta donde yo estuviera para invitarme igual. Y que si alguna vez ceno y él no está ahí para invitarme, me dará su casa, su coche y una albahaca que tiene para darle sabor a las ensaladas. Mola. 

Cuando salimos del restaurante le propuse ir a tomar una copa, pero él dijo que prefería dar un paseo para bajar la comida (lo que yo interpreté como "para poder salir corriendo si me sigues dando miedo") Así que le llevé al Templo Debod, que si de día es bonito, de noche más. Desde allí, se ve la Catedral de la Almudena, la Casa de Campo, el Palacio Real, y montones de grupos de adolescentes haciendo botellón. Yo intentaba que no se percatara: 
-¡Mira! Si te fijas, allí se ve... ¡eso! Y en ese otro lado está... ¡lo que sea! (nota mental: comprar una guía turística de mi ciudad de empadronamiento) 

Como nos dieron envidia, fuimos a tomar algo nosotros también (no en el parque, claro. No tenemos edad, sobre todo él). El sitio era muy bonito, nos sentamos en un pupitre y, antes de servirnos, el camarero nos pidió que le dijésemos el presente del subjuntivo del verbo amar. Ahora parece fácil, pero decidlo después de una botella de lambrusco... 

La conversación estaba siendo muy animada, así que cuando terminamos de tomarnos mi Baileys y su... lo que fuera, seguimos caminando hasta que vimos un banco para sentarnos. Si ignoramos a... 
1. El señor que se puso a dormir a nuestro lado. 
2. La cucaracha del suelo. 
3. Los ronquidos del señor que dormía 
 ... la situación seguía siendo "mazo romántica con mazo sentimiento". Cuando nos levantamos, él sacó algo de su bolsillo... ¡¡¡un anillo!!!, estaréis pensando vosotros igual que pensé yo. 

Pero no, era un "rasca y gana". Y rascamos y ganamos (un euro, mu'rico). 

Era muy tarde, así que nos despedimos y cada uno cogió un taxi en una dirección diferente. 
-Estoy en el taxiiii, dije cargada de originalidad intentando iniciar una conversación por WhatsApp.

Ni caso, ni doble check -ahora mismo mi padre no sabe de qué estoy hablando-, ni nada.

-He llegado a casaaaa
Ídem. 
-¿Estás bien
Nada. 

Ay, ¿y si me lo han secuestrado? ¿Cómo voy a dormir con esta preocupaZZZzzzZZZZZZZzzzzZZZZZ

A la mañana siguiente encendí el móvil esperando recibir su aluvión de mensajes. Nada. Ni uno. Cero. 
-Buenos días (¡por Diooos, espero que lo sean también para ti y no estés en un semisótano grabando un vídeo de rescate para tu familia con un dedo amputado! -a veces soy muy gore-) 
-¿Holaaaa

Como no contestaba, me planteé dos opciones: 
1. Todo ha sido un sueño. Imposible: entonces no tendría esta resaca. 
2. ¡Le han secuestrado o algo peor! ¡Y como fui la última persona que lo vio con vida, creerán que lo hice yo y me meterán en la cárcel! ¡No puedo ir la cárcel! ¡Soy muy joven y muy rubia para ir a la cárceeeeeeeeeeeeeeel! ¡Y necesito limarme las uñas cada dos semanas!

Resultó ser la tercera: llegó bien, se fue a dormir, se despertó tarde. A ver, por un lado me alegro, vale. Pero mi opción era más creativa. Y oye, morir después de haber cenado conmigo... a lo mejor vale la pena.
posted by LauraConChocolate @ 12:52   9 comments
¿Qué puedes hacer cuando eres una maniática crónica y tu vida da un giro de 180º? ¿Volverte loca? Bah, ya lo estaba de antes. ¿Darte cabezazos contra la pared? No, estropearía mi rubia melena. ¿¿¿Entonces??? ¡CAMBIAR TAMBIÉN DE BLOG! :)
Me he traído a las niñas :)

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