El edificio en el que trabajo está de obras, totalmente patas p'arriba.
Cada día llegar a mi mesa se convierte en una auténtica aventura:
Me empujo a codazos entre los albañiles, piso mareas humanas de pintores y después de saltar sobre una avalancha de fontaneros y electricistas, consigo llegar a las escaleras. Me abro paso ante una multitud de soldadores y avanzo hasta mi ordenador, donde me seco la sangre y el sudor que me gotean por la frente y hago el gesto de victoria a mis compañeros, que me aplauden emocionados.
Pero una hora después tengo ganas de ir al baño, así que salgo del edificio, cojo un autobús y dos trenes de Cercanías y llego hasta los aseos-utilizables más cercanos.
Cuando regreso, ya es hora de comer, así que voy a la T4 para coger un puente aéreo y llegar hasta la cafetería-sin-obras más próxima. En el Duty Free compro un escudo y una ametralladora sin impuestos. Y ahora sí: estoy preparada para volver a esa guerra que es la reforma.
El caso: que todos sabemos que vivir en medio de una reforma es una gran aventura que NOS HACE MÁS FUERTES.
Por eso, porque somos unos VALIENTES (y porque la de ahora se nos cae a cachos...) persona-con-la-que-vivo y yo vamos a reformar la cocina de arriba a abajo y de derecha a izquierda. (Bueno, la reformarán los obreros, claro, pero ya se me entiende...)
Y lo primero que vamos a hacer no es elegir los azulejos ni los acabados: ¡lo primero que vamos a hacer es ir a un SPA este fin de semana! Para afrontar el tema RELAJADOS ;-) |